lunes, 21 de marzo de 2011

No es un chiste pero algo de risa puede dar

Ves un puesto disponible en la calle. Te acercas lentamente, te colocas en
posición y empiezas a estacionar tu carro. De repente, como un fantasma,
aparece el Cuidacarros haciendo más señas que el penado 14. Mientras sales
de tu susto, él se te acerca para informarte que ahí, precisamente ahí,
donde ya has metido la mitad de la cola de tu carro, hay un puesto. Tu
piensas: “Gracias, si no me lo dices, no me doy cuenta”. Pero no dices nada.
Entonces, estacionar tu Corollita donde holgadamente caben tres autobuses,
en vez de tomarte un minuto, te toma cinco:

“Dale, dale”, te dice, “Ok… ¡Endereza!… Tá’bien. Ahora dale un poco más
pa’lante… Dale, dale. Dale completo para la izquierda ¡Ya!… Ok. Ahora un
poquito pa’trás que quedaste muy pegado.”

Y al final, tú no logras explicarte cómo pudiste estacionarte las 15.000
veces que lo has hecho en tu vida sin la ayuda de este señor.

Una vez fuera del carro, él no te dice: “¿Se lo cuido?” Sino que te dice
“Tá’bien cuidaíto” que traducido al español quiere decir: “Te estoy cuidando
el carro y cuando regreses me pagas”. El Cuidacarros sabe por experiencia
que hacer preguntas en su negocio no sirve. Tu, por supuesto, te sientes
manipulado. Pero él no te está manipulando, él en realidad te está, te está…
Sí, sí, efectivamente – para qué engañarnos – te está manipulando.

La manipulación se convierte en descaro durante las horas nocturnas en
ciertas calles de urbanizaciones como Las Mercedes. Sobretodo en las noches
de los jueves, viernes y sàbados. Allí el Cuidacarros se salta a la torera
toda la introducción y desde la comodidad de su silla de extensión te grita:
¡Tá’bien cuidaíto, son 20 bolos! Tu sabes que todas las calles de la zona
están “full” y controladas por el Cuidacarros y sus compinches. Adémas, no
hay ningún estacionamiento cerca. Así que lo que a simple vista parece el
ofrecimiento de un servicio es en realidad una emboscada. Si le preguntas
que por qué son 20 bolos te contesta molesto: “No, vale, es que hay cada
pichirre que te quiere dar sólo 10”.

En los sitios a donde uno va con regularidad, la estrategia es al revés. Me
refiero a sitios como: Panaderías, Iglesias, Heladerías y Farmacias. El
Cuidacarros quiere crear el hábito de pago en ti, y tú no quieres echarte de
enemigo a alguien que va a tener acceso a tu carro cada vez que vayas a esa
panadería. Como no quieres que te lo raye o que te lo robe, decides darle
algo, estar tranquilo y evitar conflictos. Lo consideras una especie de
peaje, un elemento más en la estructura de costos de tu pan. La decisión no
es tan difícil porque aquí el Cuidacarros es simpatiquísimo. Te trata como
si fueras su pana de toda la vida, recibiéndote con expresiones como:
“Buenos días, como que está haciendo calor hoy ¿Verdad?” Si te ve gordo, te
dice flaco. Si te ve fea, te llama preciosa. Si te ve cara de desempleado,
te dice jefe.

Las Iglesias del Este de Caracas se llevan el premio por tener el mayor
número de Cuidacarros por metro cuadrado. Como la rotación es alta, una
pequeña calle puede alojar a 2, 3 y hasta 5 Cuidacarros. Yo le tengo mucho
respeto a los Cuidacarros de Iglesia. Son los Steve Jobs de la industria. Y
es que ¿Dónde más vas a conseguir un lugar donde entran y salen clientes en
su mayoría con billete y a los que durante una hora de misa les han
predicado que deben ser generosos con el prójimo?

Las incógnitas son obvias: ¿Tiene derecho a cobrar como si la acera fuera
suya? ¿Va a impedir que te roben el carro? ¿Si te lo chocan o te lo roban,
te va a pagar los daños? Si tu respuesta es no, eres de los que está a favor
de los estacionamientos.

En Venezuela hay dos cosas prácticamente regaladas: la gasolina y los
estacionamientos. En Nueva York, puedes conseguir estacionamientos que te
cobran hasta 20$/hr. En Venezuela, el gobierno ha mantenido congelada la
tarifa en 1,125 Bsf/hora por varios años, lo que al inaccesible dólar de
Cadivi de 4,3 Bs/$, equivale a 0.25$/hr. A un dólar más accesible es, por
supuesto
, mucho menos.

El funcionario del gobierno al que se le ocurrió la brillante idea de poner
la tarifa, no en 1 bsf, ni en 1,5 bsf, ni en 2 bsf, sino en 1,125 bsf, fue
asesorado por un primo que trabajaba de cajero en un estacionamiento. El
chamo era pilas en matemáticas y sabía que, a ese precio tan bajo, la
expresión: “No tengo cambio”, tendría como contestación preferida de los
cientes un: “Tranquilo, déjalo así”. El chamo ya se jubiló y actualmente
vive en su propia isla privada en el Pacífico.

Como la tarifa no cubre los costos, no es de extrañar que en Caracas, una de
las ciudades más congestionadas del mundo, estén desapareciendo los
estacionamientos y proliferando los Cuidacarros. Y que al llegar a un
estacionamiento te lo quieran estacionar para cobrarte servicio de Valet
Parking. Hay gente que se queja, pero yo que entiendo el problema lo pago
con gusto.

Quizá la mejor manera de ver el pago que hacemos al Cuidacarros es como otro
impuesto, producto de la inseguridad, el desempleo y los problemas del
sistema educativo, síntomas de la grave enfermedad política, económica y
social que vive Venezuela en estos momentos

Saludos,

Fdo.

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