Un misionero, en el Congo, bautizó a un negro, que se llamaba Zombo. Lo sumergió en el agua y le dijo bautizándolo:
–Tú, de ahora en adelante no te llamarás Zombo, sino José. Y el buen Dios te manda que no comas más carne el día viernes... a lo sumo puedes comer carne de pescado–.
A viernes siguiente, al pasar ante la choza de José, el misionero lo sorprendió comiendose una pierna de cordero, y cuando iba a comenzar el reproche, el negro lo atajó y le dijo:
–Vea, padre: yo no cometo pecado, pues antes de matar al cordero, lo metí en el agua y le dije: "Tú no te llamas más cordero, te llamas pescado".
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